¿Cuáles son las cualidades del verdadero zapato artesano que marcan la diferencia?

Publicaciones sobre zapatería y artesanía

Hoy en día, hay una cierta tendencia a llamar “artesano” o “hecho a mano” a cosas que honestamente no lo son. A menudo, esa forma particular de organización del trabajo se publicita para elevar el valor de mercado de los artículos. Luego, el modo verdadero de producción puede que no tenga nada que ver con ella, perjudicando así a los artesanos y sus posibles clientes. En lo que se refiere al calzado, ayudaría poder contar con unos sencillos trucos para diferenciar cuándo un zapato está hecho a mano. Sin embargo, distinguir a simple vista un zapato artesano de otro producido en una fábrica puede llegar a ser realmente difícil. Esto no quiere decir que las calidades, la durabilidad o la confortabilidad sean las mismas. Las cualidades superiores del calzado artesano son unas grandes desconocidas. Ayudar al público a reconocerlas en la medida de lo posible es parte de nuestro trabajo.

Valores ocultos

Si no resulta tan fácil saber si un zapato es artesano se debe a que varias de sus mejores cualidades no están a la vista sino en su interior.El “chasis” con sus refuerzos internos —la palmilla, el contrafuerte, el puntafuerte y el cambrillón— es lo que aporta una solidez fuera del alcance para la fabricación a máquina. En  el zapato hecho a mano, estas piezas son necesariamente de cuero, un material que respira y hace transpirable al zapato. Las fábricas casi siempre incorporan el cartón o los sintéticos que les resultan más baratos y fáciles de manejar.

Para confirmar si un zapato tiene el chasis artesano, habría que diseccionarlo con una cuchilla, algo que obviamente no se permite al comprar. Pero que estas partes estén ocultas no las hace imperceptibles. Una vez calzado, el zapato artesano está mejor armado, se adapta al pie acompañando al usuario al caminar y da una solidez especial.

Más herramientas y menos máquinas

El artesano es aquel que controla el proceso de producción de la pieza de principio a fin. Por la puerta de un taller de zapatería entran unas pocas materias primas —básicamente piel— y, de las manos del artesano, salen unos zapatos. Esto requiere dominar el manejo de herramientas como el martillo, la cuchilla y la tenaza. Debido a las fábricas —donde las máquinas han sustituido a las herramientas— estas habilidades se han ido extinguiendo.

A veces, se suele llamar artesanos a negocios familiares que son estrictamente pequeñas fábricas. En ellas, de generación en generación, se ha ido abandonado el manejo experto de herramientas para especializarse en otro arte diferente: el de la logística y el ensamblaje. En estos casos, los operarios de fábrica manejan habilidosamente máquinas como prensas y troqueladoras limitándose cada cual a una parte del proceso descontextualizada del total. Los inputs llegan de distintos sitios: el corte puede haberse realizado en otra fábrica cercana, la suela en otro país y los tacones en otro continente. Este sistema de organización ha permitido que las creaciones de un diseñador famoso o una marca prestigiosa lleguen a una masa de consumidores. Es precisamente a esta especialización industrial a lo que aluden las denominaciones como “hecho en…” o los logos de las firmas de lujo.

Sin embargo, por este camino, algunas de las mejores cualidades de los zapatos se pierden. Las tensiones de la piel que se consiguen con los clavos y tenazas son muy precisas. También lo son los cortes a cuchilla. Gracias al trabajo con las herramientas, los zapatos hechos a mano permiten matices, alaveos y complejidades en la ejecución del diseño que no pueden conseguirse de otro modo. Además,  el tratamiento de los materiales lo largo de la fabricación otorga a estos zapatos un brillo especial al mantenerlos más engrasados e hidratados en todo momento. Una vez acabados, los zapatos hechos a mano destacan con una perfección diferente a la reproducción seriada. Cada pieza no es idéntica a la anterior, sino que tiene pequeñas diferencias casi imperceptibles que le dan una presencia distintiva.

Tacones esculpidos

Ese dominio de las herramientas se aprecia con especialidad claridad en los tacones. El tacón de un zapato hecho a mano se levanta capa a capa con láminas de cuero cortadas a cuchilla. De una forma casi escultórica, se le da luego la forma. Finalmente, se “luja” con vidrios para conseguir un acabado que recuerda a una madera brillante.

Las fábricas, por su parte, no pueden realizar ese proceso en el tacón. Estas se limitan a colocar una pieza maciza de madera. En el mejor de los casos, finalmente, se añade una chapa pegada imitando el acabado del zapato hecho a mano.   

Atelier versus tienda

La verdadera artesanía no se compra en una tienda, sino que se encarga a un taller de confección o atelier. El impulso de llevarse en una bolsa algo que se acaba de ver en un escaparate se frena en este caso a cambio de un proceso de compra más pausado. La idea del estocaje es ajena al método de organización del trabajo de un taller artesano. Especialmente cuando se trata de un producto sujeto a tallas como los zapatos, no es posible tener muchos pares para cada tamaño de pie. Más que limitaciones, este sistema tiene varias ventajas. El hecho a mano por encargo permite el diálogo con el cliente que puede hacer aportaciones al diseño. Las posibilidades de personalizar adaptándose a las necesidades de su pie o el nivel de customización que se puede lograr son inconcebibles cuando se trata de una fábrica.